
sa_padrina

Desde su popularización a partir de la segunda mitad de la década de 1990, los teléfonos móviles han ganado una presencia ubicua y multifuncional en nuestra vida. Aun así, más allá de las oportunidades que brindan, investigaciones recientes indican que el uso abusivo de las redes sociales y de estos dispositivos electrónicos puede desencadenar problemas psicológicos, físicos, sociales y emocionales como, entre otros, sentimientos de ansiedad, pérdida de concentración, insomnio, exhibicionismo digital, comparaciones negativas asociadas a la preocupación para sentirse impopular, la necesidad de estar permanentemente disponible, el miedo de perderse algo (FoMO, siglas de Fear of missing out), como por ejemplo videos, conversaciones o acontecimientos en línea y, en el peor de los casos, el riesgo de conductas suicidas. Del mismo modo, la llamada “nomofobia” (acrónimo de no mobile phobia, en inglés, el temor irracional a no tener acceso a un dispositivo móvil) plantea la necesidad de explorar de qué manera el uso de la telefonía móvil está alterando nuestro comportamiento, nuestras relaciones y, en definitiva, nuestra identidad individual y colectiva. ¿Qué relación puede establecerse entre el arte y el uso de la tecnología? ¿Cómo traducir al lenguaje pictórico las construcciones de sentido que se producen alrededor del fenómeno del smartphone? ¿Cuáles son los valores éticos que rodean el uso apropiado de estas realidades tecnológicas y comunicativas? Son algunas de las preguntas sobre las cuales, en continuidad con su obra precedente sobre entornos digitales, Vidaña nos invita a reflexionar con esta nueva instalación.<br>Con este propósito, el artista presenta una colección de obras que funcionan como espejo del actual social de la conectividad, de la cual Vidaña hace una durísima crítica social basada en la omnipresencia de las pantallas y los posibles riesgos que nuestra actividad en ellas puede comportar. Las obras capturan una variedad de situaciones cotidianas, entre las cuales predomina, por un lado, el gris y la frialdad del ambiente y, por la otra, los retratos luminiscentes. Encontramos, así, usuarios absortos en la pantalla de sus teléfonos móviles, las vidas de los cuales se proyectan hipnòticament en un mundo de apariencias, mentiras y fantasías digitales, en alusión al famoso cuento de Pinocho. Una mesa caracterizada por la ausencia de personas y la presencia de dispositivos móviles a manera de comensales que sustituyen el espacio íntimo de relaciones interpersonales. La distancia física que, paradójicamente, permite abrir un escenario para el acercamiento digital de vidas separadas. La posibilidad de exposición a ciertos riesgos (ciberacoso y estafas), así como la presencia de sujetos más conectados al remoto que al inmediato, en este caso, un joven que imita la posición de Jesús a la Cruz con un móvil en la mano (¿Busca la conexión con Dios o busca cobertura?).<br>Si, como dice Byung-Chul Han, el teléfono móvil es un “objeto autista” que nos cierra en nosotros mismos y reclama el monopolio exclusivo del tiempo y la atención, “Nomofòbia” de Vidaña puede leerse como un llamamiento a romper con la dependencia digital, un recordatorio que el ser humano necesita conexiones sociales y emocionales reales y una reivindicación del placer de desconectar y de perderse cosas.<br>Antoni Aguiló, filósofo